Maximiliano Pullaro convirtió una insulsa elección de cargos municipales en una victoria política de alcance provincial que tiene dos caras. Una es la de Unidos fortaleciendo un poder capilar que abraza todos los puntos cardinales del mapa santafesino. La otra cara es la del gobernador que apostó su capital político para evitar que La Libertad Avanza festejara en Rosario. Asumió los riesgos, se puso la campaña al hombro, aupó a Carolina Labayru como si fuera propia y la invistió de los atributos de la gestión provincial, en especial los objetivos conseguidos en seguridad. A pesar de los riesgos, el plan de ganar perdiendo le salió bien.

Obturar una victoria de Juan Pedro Aleart era un objetivo estratégico para la Casa Gris, no sólo porque evitaba que el gobierno nacional festejara en Santa Fe sino porque había un riesgo muy grande de que La Libertad Avanza se comiera el electorado no peronista que es lo que siempre estuvo en disputa. 

El sombrío panorama que acechaba a Unidos tras los resultados de la primaria (riesgo de fuga de sufragios y voto útil a favor de La Libertad Avanza) giró el domingo hacia una renovada expectativa de poder que no se visualizaba hasta el 13 de abril. ¿En qué consiste esa expectativa? Que Unidos está competitivo de nuevo. Cambió un tercer puesto en abril con sabor a derrota por un tercer puesto en un escenario de tercios en el que apenas cinco puntos separan al primero y el tercero. Conclusión: escenario abierto para 2027 y con Unidos en la conversación. 

Tampoco es menor la cosecha de cuatro concejales teniendo en cuenta que las proyecciones daban números más bajos. El oficialismo contará con 11 a partir del 10 de diciembre. Ya no es la mayoría que tiene hoy, pero alivia un escenario de gobernabilidad en el Concejo Municipal que podría haber complicado los años venideros, más teniendo en cuenta los debates institucionales que se vienen una vez que se apruebe la nueva Constitución.

Más allá del trabajo político y territorial que hizo el gobierno municipal y que seguramente aportó a la remontada de la lista de Labayru, el protagonismo del gobernador por encima de cualquier figura local tanto en la campaña como en el escenario del domingo a la noche marcó una diferencia que seguramente repercutirá sobre los dispositivos de toma de decisiones del oficialismo de ahora en adelante. 

El triunfo de Monteverde

 

Cada elección es un mundo aparte, en el que juegan nuevos actores y circunstancias. La elección del domingo definió un nuevo Concejo Municipal, midió la competitividad de los frentes electorales y sus candidatos, algunos renovaron credenciales y otros quedaron en el camino, pero nada de eso puede interpretarse como un resultado anticipado de lo que pueda ocurrir en 2027. 

Juan Monteverde lo sabe, por eso la misma noche del domingo convocó a los espacios del peronismo que compitieron por afuera y que se quedaron sin nada. El 30% que cosechó es rendidor en un escenario de tercios, pero insuficiente si en el futuro alguna de las otras dos patas desequilibra la división del sufragio no peronista que en esta oportunidad fue en partes muy similares. Por lo pronto, su mayor acierto fue contener los votos del resto de las listas que lo enfrentaron en las primarias.

La victoria de Monteverde tiene al menos tres dimensiones. Una en lo personal como referente político del peronismo y la centroizquierda y candidato a quedarse en la intendencia; otra en el nuevo escenario que se abre en el Concejo Municipal con los cinco concejales que sumó y cómo su bloque articula con el resto de la oposición no libertaria.

Hay una tercera dimensión que es de alcance provincial y debería proyectarse sobre el rol que ocupará en la convención constituyente. Ya había ganado un lugar protagónico en el principal bloque de la oposición (Más para Santa Fe) por el desempeño que tuvo la lista de constituyentes que encabezó en abril pasado. El triunfo municipal del domingo lo fortalece y lo legitima, porque es el más relevante que el peronismo pudo celebrar en la provincia, y a la vez el que más expectativa de futuro arrastra en el contexto de reconstrucción que el PJ intenta desde abajo, localidad por localidad, y que vuelven valiosas victorias como la de Villa Gobernador Gálvez, San Lorenzo, Cañada de Gómez, Rafaela, entre otras ciudades gobernadas por Unidos. 

Sin embargo, en el bloque de constituyentes de Más para Santa Fe convivirá con otros referentes territoriales, que ostentan menor caudal electoral pero que también se anotaron triunfos en sus departamentos y están acostumbrados a conducir o por lo menos condicionar las estrategias de las que son parte.

Una derrota demasiado rápido

 

La Libertad Avanza se quedó con el festejo atragantado en la garganta. Salvo casos como los Concejos de Villa Constitución o Casilda no logró potenciar el resultado de las Paso ni traccionar los niveles de apoyo que conserva el presidente Javier Milei.

Su cosecha no despegó en los términos que sus referentes esperaban y a la luz de los resultados en Santa Fe las fuerzas del cielo dependen más de los atributos personales de los candidatos que de la marca electoral. 

Con esa ecuación, los libertarios quedan muy vulnerables, porque pueden llevarse un buen resultado si agarran de sorpresa a las fuerzas tradicionales, como ocurrió con Aleart en abril pasado, pero pierden competitividad cuando éstas se organizan, ponen a jugar a sus principales electores y hacen valer su desarrollo político y territorial. 

De todas maneras, todo es novedad en la Libertad Avanza. Su crecimiento destaca porque se trata de una fuerza que recién se inicia, pero es un crecimiento muy desparejo y limitado, al estilo de lo que pasaba con el PRO a mediados de los años 2000. Arranca de cero, o de representaciones muy débiles, por lo tanto todo lo que suma elección tras elección es ganancia pura. 

En Rosario, por ejemplo, donde no ponía en juego las dos bancas que tiene, de pronto se encuentra con una bancada de seis, un número considerable que le da la oportunidad de arbitrar en caso que confronten Unidos y Ciudad Futura con las distintas vertientes del peronismo y los bloques unipersonales de centroizquierda como Fernanda Gigliani o Leonardo Caruana.

Lo que está claro es que las expectativas libertarias eran mayores. En especial en Rosario. Seguramente el domingo a la tarde hubo algún avión calentando motores para que alguien de la Casa Rosada viniera a levantarle la mano a Aleart. No ocurrió fundamentalmente porque Maximiliano Pullaro lo impidió. 

Como se escribió hace una semana en esta columna, lo que estaba en disputa era la prevalencia en el universo del voto no peronista entre Unidos y a La Libertad Avanza. Pullaro arrancó con un escenario desfavorable, donde era improbable revertir el tercer lugar pero no tanto limitar el crecimiento de Aleart. 

Como estaban las cosas, a la Casa Gris y al Palacio de los Leones no les importaba tanto que ganara Monteverde como que no ganara Aleart. En sus cálculos, esa alianza entre Ciudad Futura y el PJ tiene un techo con el que resultaría más fácil lidiar dentro de dos años. 

El problema aquí y ahora lo visualizaban en La Libertad Avanza, porque mientras el peronismo está sumergido en una crisis de representatividad profunda que le llevará tiempo sanar, la experiencia libertaria tiene un gobierno nacional por detrás y su consolidación u ocaso anticipado es imposible de predecir. Aleart conoció la derrota demasiado pronto y eso para Unidos es ganancia futura en la derrota presente. Quizás eso explica tanto festejo por un tercer puesto.