“...en una sesión de Quimbanda, la Pombagira de Alicia, en un momento, “bate las palmas” o “le toca el hombro”, y de esta forma hace llegar a Mangueira. La primera vez que llegó, lo sentaron, le dieron whisky y un habano, y ella, asombrada, comenta que nunca en la vida había fumado ni tomado, pero que sin embargo esa noche tomó y no se emborrachó. Cuenta también que cuando estaba sentado, como ella estaba en bermudas, él se las bajaba, porque se sentía incómodo con esa ropa; y se acuerda que veía como medio borroso, que no le dolía el cuerpo, pero que después cuando la entidad se fue le quedaron doliendo mucho las piernas y la parte de arriba de las manos, y que eso le pasaba durante las primeras veces que lo incorporaba”.
(Giros de una Mae de santo: una etnografía sobre cuerpo y performatividad en religiones afroumbandistas de Rosario, Manuela Rodríguez)
La que habla es Griselda, “una mujer blanca, de clase baja y homosexual”, quien se convirtió en una líder del Afroumbandismo en Rosario y murió en 2019 a los 53 años. Su voz, recogida por la doctora en Antroploigía Manuela Rodríguez en su libro, revela en este pasaje la primera vez que habitó en su cuerpo a una entidad espiritual. Se trataba de un hombre llamado Mangueira, quien encarnó en ella por años, transformándose en su guía y consejero, al punto que devenida Mae de santo Griselda de Obatala Efunbunmi Aworeni, le destinó una habitación de su casa para atenderlo.
De su mano, la investigadora del Conicet conoció el fantástico mundo de la religión umbanda, pudiendo, a lo largo de 10 años de investigación, desentrañar los múltiples modos en los que se practica en la ciudad. Este jueves 8 de mayo a las 19, presentará Giros de una una Mae de santo, en la facultad de Humanidades y Artes.
“Griselda me lo decía todo el tiempo. «Somos las brujas del barrio, saben que acá funciona un templo», pero no había nada en la puerta de su casa que lo indicara”. Rodríguez recordó, en diálogo con Rosario3, esta apreciación que le hacía la protagonista de su investigación sobre cómo los vecinos las miraban a ella y a su pareja Sabrina, también practicante de Afroumbandismo. “Quien sigue esta religión navega entre poder llevar adelante las prácticas y evitar el prejuicio y el escarnio público”, determinó, tras desenvolver con meticuloso cuidado los pliegues diversos que envuelven esta religión en Rosario.
“El Afromundismo o la Umbanda son varias religiones –advirtió– diferentes prácticas que están vinculadas a un tronco común, las religiones afrobrasileñas, que se conforman en un sincretismo entre las prácticas sagradas que trajeron los esclavizados de la colonia y un Catolicismo popular que ya se se había conformado en el territorio. Entonces, es la mezcla de esas prácticas, saberes y conocimientos que se generan en América”, explicó. En su origen, fue una creencia “perseguida y vigilada porque era una forma devocional no aceptada por la Iglesia (católica) por la cuestión del canto, el baile, el trance y la mediumnidad. Fue prohibida y tratada como pagana y primitiva”, continuó y destacó que hubo un tiempo sin registros, hasta que aparecen datos históricos de su desarrollo “sobre todo en sectores populares y pobres” a partir de jefes religiosos brasileños, uruguayos y argentinos.

Rosario umbanda
En su libro, Rodríguez desentraña el desarrollo del Afroumbandismo en Argentina hasta llegar a Rosario. Según señaló, el primer registro que encontró en los relatos orales fue la existencia de un templo en calle Génova 2660 en los 90’, que “aparece en boca de todos como un mojón desde donde la religión empezó a difundirse en la ciudad y que hoy no está abierto”.
Durante la década en la que investigó, pudo contabilizar 3 templos, de acuerdo al Registro Nacional de Cultos. Sin embargo, “es una religión básicamente doméstica, la mayor cantidad de templos se organizan en domicilios privados”. De acuerdo a lo que estudió, “en algunos, hay carteles con el nombre del lugar y los vecinos saben de su funcionamiento, y en otros no. Están en el patio de atrás o en el interior de la casa”. El despliegue intramuros obedece, según la antropóloga, a que “es una religión que está mal vista, la mayoría de la gente que la práctica no lo cuenta porque hay mucha estigmatización”.
De esta manera, la autora expuso el carácter ambiguo de la práctica: por un lado, es performática y experimental y su puesta en escena requiere de un espacio amplio en el que se suceden bailes y toque de tambores, se bebe, se come, se fuma e incluso se realizan ofrendas de animales; y por otro es secreta y reservada.

El periodismo ha dado cuenta pocas veces del Umbandismo en la ciudad y en general, la religión es noticia por sus ofrendas aparecidas en parques y cementerios que suelen despertar cierta perturbación y desconcierto. Sin embargo, hace algunos años, la ceremonia Yemanya, madre del agua y diosa de los pescadores según la tradición afrobrasileña, extendida en la ribera rosarina, ha echado luz y ha mostrado una cara amable.
“Las ofrendas, también llamadas despachos –bandejas con flores y comida– se hacen en espacios públicos y abiertos, en los cruces de calle, en los cementerios, el río, el agua y el monte. Cada uno de estos espacios tiene una vinculación con una entidad espiritual. Entonces, hay una contradicción ahí: es una religión que se puede esconder y hasta un punto no se puede esconder”, señaló Rodríguez marcando, una vez más, la complejidad de su objeto de estudio.

Seguidores rosarinos
El Afroumbandismo en Rosario palpita, mayormente, entre los habitantes de los márgenes de la ciudad. “Yo creo que es una religión muy extendida, circula mucho más de lo que uno cree. Lo que pasa es que la mayoría de la gente no cuenta”, insistió con la idea de cierto ostracismo entre los creyentes.
Otro factor que tuvo en cuenta es que “hay distintos niveles de involucramiento con la religión”. Algunos se comprometen en profundidad, como el caso de Griselda, quien se convirtió en jefa religiosa, pero “hay un montón de gente que va a consultar, que va a pedir ayuda por algo y, después, no aparece más. O sea, es muy fluctuante”, resumió la escritora.

Quienes cultivan la fe, se agrupan en comunidades, algo así como una familia de religión. “Es interesante que las jefaturas religiosas se llamen Mae y Pae, es decir, madre y padre. Son realmente relaciones vinculares, muy familiares, pero no biológicas, que sostienen la práctica y que permiten que la gente la pueda llevar adelante”, observó Rodríguez.
No tiene un cuerpo doctrinal escrito, “sino que se va conociendo de manera oral y práctica”, manifestó. Esta multiplicidad de miradas conviven, no sin enfrentamientos. “Hay muchas disputas al interior del contexto religioso sobre quién lo hace bien, quién lo hace mal, quién lo hace mejor. Justamente porque no existe un libro, es una religión, sobre todo, de transmisión oral”, apuntó.
Muchos de sus fieles son mujeres y personas trans. “Siempre me llamó mucho la atención que aloja la diversidad de género, sexual y racial. Es, sustancialmente, una religión abierta a todas y a todos”, remarcó.

Para bien y para mal
La religión que Rodríguez estudió se basa en la mediumnidad, es decidir, la capacidad de recibir en el cuerpo la presencia de un ser espiritual. De esta forma, el creyente alberga a un ente y se transforma en su puente con los vivos. “Cualquier persona puede incorporar una entidad, sea masculina o femenina, no importa su género ni su sexualidad. Un varón cis puede incorporar una entidad femenina y comportarse como una mujer”, mencionó. Grisela, la mae que Manuela conoció íntimamente, recibió por años a Mangueira, un varón que fumaba y bebía alcohol –hábitos que ella no tenía–y de a poco, compartió revelaciones que, de alguna manera, guiaban a la jefa religiosa y sus hijos e hijas de religión, tanto en lo espiritual como en lo material.
“Con la entidad se establece una relación vincular muy existencial. No es que está representando la entidad, sino que es la entidad. Cuando la entidad está presente en la tierra, utiliza su materialidad corporal para hacerse presente. Y genera un vínculo con esa energía femenina que es la entidad que también le pertenece”, subrayó.
“La relación que tienen las entidades espirituales en la vida cotidiana de los religiosos es muy llamativa porque no es una cosa que se hace solamente los domingos cuando vas a misa, como hacen los católicos”, advirtió. “Acá hay una cosa muy material, tenés que ofrendar, cuidar ese espacio de la casa en donde la entidad vive. Y no es una sola entidad, son varias –ahondó–Entonces, es una presencia concreta. Vos le hablás, le comprás comida, le consultás todo el tiempo, lo que necesitás y tus dudas. Entonces, la entidad espiritual es otro. No soy yo, pero se desarrolla en mí y está en la tierra gracias a mí. Y yo existo también gracias a mi entidad”.
Además de la encarnación de entidades espirituales, la realización de ofrendas es otra práctica usual, en la que también se efectúan sacrificios de animales. La elaboración de “macumbas” para ejercer el mal sobre personas es cuestionamiento más fuerte que ronda al Umbandismo. Para Rodríguez, es un prejuicio en su generalización, pero no descartó su ejecución en algunos casos: “Hay entidades de la oscuridad o entidades bajas, entonces uno puede hacer uso de esas energías para dañar a otros. Tiene que ver con la ética del jefe religioso. Griselda decía que no lo hacía, pero que estaba atenta a cuando alguno de sus hijos religiosos venía con algún daño efectuado por otro religioso. Allí, respondía”, recordó.

“La cuestión es para qué usás la religión. ¿Para qué usás tu influencia, tu capacidad de vincularte con estas entidades?”, se preguntó e indicó en ese sentido: “El objetivo religioso es la luz, que las personas y las entidades evolucionen y sean mejores y cada vez más luminosas, pero sí es cierto que hay gente que, como en todas las religiones, abusa de eso y hace cosas que no son propias del fundamento religioso”.
Según explicó, los fieles creen que hay energías negativas y positivas en las entidades (Exu o Pombagira, que son las entidades de la Quimbanda, las más densas y menos luminosas). “No creen en el mal, sino en que hay que cultivar esa parte, trabajarla porque todos la tenemos. Hay que darles luz, dejando que se manifiesten porque así crecen en la jerarquía religiosa y en su luminosidad. Entonces, hay todo un trabajo con lo negativo, no una expulsión”.
Otro aspecto que alimenta rumores y críticas es que los practicantes suelen cobrar por los “trabajos”. La investigadora confirmó que algunas personas viven de la religión, mientras que otras solamente buscan en el dinero una forma de solventar el costo alto de las ofrendas, teniendo en cuenta que se requieren alimentos, flores, velas y animales. “Una mae en Rosario me decía «Bueno, yo soy como una psicóloga, cobro porque es mi trabajo y yo ayudo a gente a curarse y a estar mejor». Griselda cobraba algunas cosas y otras no. No vivía especialmente de eso, pasó por muchos trabajos, con la informalidad del trabajo de los sectores populares”, apuntó.

Un libro revelador
El próximo jueves 8 de mayo, a las 19, en el salón de actos de la Facultad de Humanidades y Artes, Entre Ríos 758, Rodríguez presentará Giros de una Mae de santo: una etnografía sobre cuerpo y performatividad en religiones afroumbandistas de Rosario, el libro sobre su investigación doctoral. Diez años después de iniciar este camino de conocimiento, analizó sobre ese tránsito: “Me pasaron un montón de cosas. Yo no soy religiosa, siempre investigué ajena al contexto, y siempre hablé con Griselda desde este lugar. Le decía «Explicámelo, yo no entiendo qué es lo que pasa y quiero saber». Además, me parece que es una religión tan disruptiva de nuestros hábitos cotidianos y ciudadanos, sobre todo para una clase media intelectual”.
Y concluyó: “Es una religión que requiere un proceso de transformación. Es lo que yo quiero contar en el libro: una manera nueva de pensarme, de analizar mi relación con lo sagrado, de alimentar mi espiritualidad. Y también, de entender lo que me pasa, cuáles son mis pesares, las cosas que me duelen o que me cuestan y las formas de resolver eso”.
