Tras el fallecimiento del papa Francisco a los 88 años, la Iglesia Católica inicia un proceso tradicional y riguroso conocido como cónclave, que combina siglos de tradición con normas estrictas para elegir al nuevo Sumo Pontífice.
Cuando el maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias, el sacerdote italiano Diego Giovanni Ravelli, pronuncie las palabras en latín Extra Omnes (fuera todos), aquellos que no participen en el próximo cónclave saldrán de la Capilla Sixtina y se cerrarán las puertas. Dentro, los 138 cardenales electores quedarán aislados del mundo, rezando y votando, hasta que elijan al próximo Papa, el sucesor de Francisco.
El cónclave, cuyo nombre proviene de la alocución en latín bajo llave, es la asamblea de cardenales en la que la Iglesia católica elige a su líder. En teoría, el futuro Papa solo tiene que cumplir tres requisitos: ser hombre, estar soltero y haber sido bautizado. En la práctica, es algo más complejo.
Según detalla el diario El Español, el proceso de elección de un nuevo pontífice está establecido en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por el papa Juan Pablo II en 1996. Posteriormente, Benedicto XVI introdujo algunas modificaciones para adaptarla a los nuevos tiempos.
Entre ellas, ya no es necesario esperar 15 días desde que se declara la sede vacante para dar inicio a la reunión de los cardenales. Los 252 purpurados que actualmente forman el Colegio Cardenalicio (todos y no solo los que tienen derecho a votar por ser menores de 80 años) podrán anticipar la fecha, siempre y cuando los electores ya se encuentren en Roma.
En cualquier caso, el cónclave debe ser convocado en un máximo de veinte días desde el inicio de la sede vacante, el período en el que la Iglesia está gobernada por el Colegio Cardenalicio tras la muerte o renuncia de un papa.
Durante los días previos al encierro en la Capilla Sixtina, los purpurados se reúnen en las llamadas congregaciones, durante las que debaten sobre el futuro de la Iglesia y proponen posibles candidatos. Son en estas reuniones donde los cardenales considerados papables empiezan a hacer campaña.

Durante su permanencia en Roma, todos los cardenales se alojan en la residencia de Santa Marta, un pequeño hotel para religiosos en el interior del Vaticano, donde el papa Francisco vivió durante su pontificado, renunciando así al lujoso apartamento pontificio situado en la tercera planta del Palacio Apostólico. Para evitar que puedan comunicarse con personas ajenas al cónclave o ser influenciados, durante este período todos los aparatos electrónicos como los teléfonos, televisiones o radios han sido retirados de las habitaciones y espacios comunes.
El comienzo del cónclave
El día previsto para el inicio del cónclave, todos los purpurados se reunirán en la Basílica de San Pedro para celebrar la Missa pro eligiendo Romano Pontifice, que estará presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re.
Por la tarde, se dirigirán hasta la Capilla Sixtina en procesión cantando el Veni Creator, el himno con el que invocan al Espíritu Santo. Una vez dentro, todos a la vez pronunciarán un juramento en latín. Y después del Extra Omnes de rigor, la puerta se cerrará para dar inicio oficialmente al cónclave.
Las votaciones
El primer día votarán una sola vez, pero a partir de los siguientes días podrán hacerlo hasta un máximo de cuatro veces, dos por la mañana y dos por tarde. Si después de tres días los cardenales no han elegido aún al sucesor del papa Francisco, se suspenderán las votaciones durante un día entero para que puedan hacer una pausa de reflexión.
Si después de siete días tras la primera pausa no se ha elegido un nuevo Pontífice, se decretará una nueva pausa de 24 horas.
En los últimos 50 años, sólo Juan Pablo II necesitó ocho votaciones. Su sucesor, Benedicto XVI, fue elegido en 2005 el segundo día del cónclave, en el cuarto escrutinio, mientras que Francisco, que llegó a ser el segundo más votado precisamente en aquella asamblea que designó al alemán Joseph Ratzinger, fue elegido en 2013 tras cinco votaciones.
Las fumatas
Según la legislación canónica, se necesita el respaldo de al menos dos tercios de los cardenales para ser elegido Papa. El mundo exterior conocerá el resultado de cada una de las votaciones gracias al humo que saldrá por la chimenea del tejado de la Capilla Sixtina. En su interior, se colocarán dos estufas, una novedad introducida por primera vez en el último cónclave.
En una de ellas se quemarán las papeletas de las votaciones que no hayan alcanzado el quorum necesario: por la chimenea saldrá un humo de color oscuro, la fumata negra, que indica que la Iglesia sigue sin pontífice.
La otra estufa, en cambio, se utilizará exclusivamente para la fumata blanca, que anunciará que ya hay un sucesor de Francisco.

Una vez que se ha producido la elección, el cardenal decano del Colegio Cardenalicio, en nombre de todos los electores, pedirá el consenso del elegido con la siguiente frase: “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?”. Y una vez dada la respuesta positiva, le preguntará con qué nombre quiere ser llamado.
El nombre y la presentación
Posteriormente, el nuevo pontífice entrará en la pequeña sacristía situada junto a la Capilla Sixtina conocida popularmente como la sala de las lágrimas, por todas las que han derramado en ella a lo largo de la historia los papas recién elegidos, abrumados por la responsabilidad, y se vestirá por primera vez con la sotana blanca distintiva de los pontífices.
Más tarde, el papa regresará a la Capilla Sixtina, donde todos los purpurados, uno a uno, le jurarán obediencia.
Será entonces cuando el cardenal protodiácono, el francés Dominique Mamberti, saldrá al balcón de las bendiciones de la Basílica de San Pedro y proclamará el nombre del nuevo pontífice precedido por las palabras en latín, “Habemus papam".
Ese será el momento en el que el sucesor del papa Francisco se asomará a la logia. Desde allí, pronunciará sus primeras palabras a los fieles e impartirá la bendición Urbi et Orbi, a la ciudad de Roma y a todo el mundo, escribiendo una nueva página de la historia de la Iglesia católica.
