El partido entre San Lorenzo y Rosario Central tenía un condimento único e irrepetible. Se jugaba el día del santo sepulcro del papa Francisco, el sumo pontífice más futbolero de la historia. Y se jugaba en la cancha de sus amores. Por ello, hubo un gran homenaje de los hinchas. 

Banderas con su rostro, pequeñas insignias amarillas y blancas con los colores del vaticano en manos de sus simpatizantes y su imagen a cada paso en este sábado muy especial.

Los jugadores de ambos equipos, Quintana y Muniain posaron con una pancarta justo antes del arranque del pleito.